Hace un par de días conversaba con un amigo en como, en determinadas ocasiones, la historia del mundo ha cambiado por las decisiones que tomaron muy pocas personas. Se dice que “cuando una mariposa aletea en Indonesia puede provocar un tornado en Barbados”. En términos realistas, es muy posible que nuestras decisiones no tengan nunca tal nivel de influencia, pero si, diariamente, afectan nuestras propias vidas, y las de nuestro entorno.
Solemos quejarnos de la vida, y de las condicionantes externas, algo así como “el cojo que se queja del empedrado”, pero nos cuesta dilucidar, y luego asumir, que cosas realmente puede hacer uno para cambiar. La pregunta que habría que hacerse, creo yo, es ¿Qué está dispuesto a hacer para cambiar eso? ¿Qué costo está dispuesto a asumir? Como siempre las cosas tienen un lado bueno y uno malo, siempre solemos concentrarnos en el lado malo que queremos cambiar, y se nos olvida el lado bueno.
Ejemplos al canto:
¿Ha escuchado Ud. a alguien quejarse de su actual trabajo?
¡Que mi jefe es malo! ¡Que me explotan! ¡Que no me pagan lo que yo merezco! Etc.
Pero su trabajo seguramente tiene varias cosas buenas. Si uno se concentra en valorar y aprovechar más las buenas, trabajará más contento y ello influirá en mejorar su ambiente. Pero además, ¿ha conversado con su jefe para hacerle ver eso que a su juicio es malo? ¿está dispuesto a cambiar de trabajo para que no lo exploten? El ejercicio de evaluar con calma, y necesariamente por escrito, los pro y los contra de su actual trabajo, lo ayudará a centrar bien su punto de vista. Así podrá analizar que puede hacer Ud. para cambiar eso que quiere cambiar. No espere que los demás cambien, eso suele ser esperanza vana, principalmente porque los demás pueden tener puntos de vista diferentes (tan válidos como el suyo) y simplemente no quieren cambiar.
¿Ha escuchado Ud. a alguien quejarse del tránsito?
¡Que lento que anda! ¡Que rápido que anda! ¡Que se pasa cambiando de pista!
De nuevo, lo importante es qué está dispuesto a hacer Ud. En este caso es más difícil porque pareciera que uno no tiene ninguna influencia en los demás conductores, y sin embargo, no es así. El que uno actúe en forma más o menos prepotente en el tráfico, tienen efecto en otros conductores, que a su vez andarán más o menos agresivos, lo que en definitiva tiene efecto en el tráfico general. Es cosa de comparar como cambian nuestras propias costumbres de conducción en Valparaíso y en Santiago.
Mi sugerencia es evitar la crítica permanente y poner el acento en el lado bueno de las situaciones, así uno podrá vivir más feliz, e irradiará esa felicidad en su entorno. Es cierto que muchas acciones del entorno, y en particular los medios de comunicación, con su inefable costumbre de poner su acento en el lado negativo, en lo que genera conflicto, no ayudan mucho, pero esto ocurre desde que el mundo es mundo y es más responsabilidad individual que de los medios. ¿O cuál noticia cree Ud. que se comentaba más en las plazas de los pueblos de la Edad Media, o en los baños públicos en Roma: aquella del señor X que ayudó a hacer una fosa o la del señor Y que fue visto con una viuda en acciones poco claras?
En resumen, me quedo con una frase que leí hace un tiempo, que si mal no recuerdo es de Anthony de Mello(sj), “Nada ha cambiado, excepto mi actitud, y por eso, todo ha cambiado”
sábado, 23 de diciembre de 2006
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