Me tocó hace poco escuchar una charla interesante de un francés que se llama Gilles le Cardinal, que es conocido, entre muchas cosas, por haber escrito un libro que se llama “La Dinámica de la Confianza” que trata sobre como construir la relación en proyectos complejos, y por haber desarrollado un método sobre este tema que se llama MAT Espejo. MAT porque analiza los Miedos, Atracciones y Tentaciones, y Espejo porque lo hace invitando a todos a colocarse en los diferentes puntos de vista que podrían haber en la situación.
Nos contó que, en un trabajo que hizo con personas discapacitadas, le había correspondido estudiar que significaba ser autónomo. Inicialmente, imaginaron que significaba poder hacer las cosas básicas de la vida, como comprar alimentos, prepararlos, ser capaz de mantener una casa, pero rápidamente se dieron cuenta que varias personas no sabían hacer algunas de esas cosas y, sin embargo, lograban vivir en forma autónoma.
Finalmente llegaron a una conclusión que parece una paradoja: “Ser autónomo es aquel que sabe pedir y obtener ayuda para definir y conseguir llevar a cabo sus propósitos”. O sea,
“Sea autónomo, pida ayuda”
Comentó que cada persona es “única y con defectos”. Es única en su cuerpo (adn, huellas digitales, iris, etc…) en su inteligencia, en sus redes relacionales, en su elección de valores y compromisos. Y, al mismo tiempo, tiene defectos.
Entonces, cuando se encuentran dos personas, pueden ocurrir todas las interacciones que aparecen desde esa dualidad. Uno puede dominar al otro, conociendo y explotando los defectos del otro, o uno puede subordinarse al otro, centrado en sus propios defectos, o uno puede ayudar al otro a lidiar con sus defectos.
El desafío es aceptar al otro en esa unicidad que tiene, con sus defectos, y construir confianza en la relación. Esa construcción obliga a tomar riesgos, a develar alguno de sus defectos, para que el otro a su vez se atreva a avanzar más.
Su conclusión es que la confianza debía ser fecunda, pues proviene de un acto gratuito y da frutos extraordinarios. Nos invitaba incluso a descubrir como nuestras propias debilidades podían ser fecundas.
Es bastante sorprendente analizar estos puntos, porque al menos yo, he hecho lo contrario. He sido contrario a pedir ayuda, intentando siempre resolver mis problemas por mi mismo, cosa que he logrado en los ámbitos materiales, pero mucho menos en los ámbitos emocionales o relacionales. A esta altura de mi vida, estoy consciente que habría sido mejor haber estado más abierto a pedir ayuda.
Por otro lado, me he sorprendido en más de una oportunidad, admirando en demasía a una persona, y, luego, siendo fuertemente sorprendido por descubrir sus debilidades. De la misma manera, ha ocurrido al revés. Hubiera sido bueno haber estado más consciente de esta dualidad, habría podido aceptar mejor a las personas a mi alrededor.
Nunca olvides, me digo a mi mismo ahora, que somos todos humanos!
domingo, 12 de octubre de 2008
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