Con frecuencia escuchamos decir que el primer paso es el más difícil. Sin embargo, las personas que desarrollan un negocio propio saben que cada paso es difícil. Siempre me he sacado el sombrero delante de los microempresarios, pues se requieren muchas horas tratando de definir cual es la mejor manera de hacer lo que uno quiere hacer, mucho valor para arriesgar su propio dinero en una idea, mucha perseverancia para ganarle a la burocracia administrativa que existe en todos los países, en fin mucha entereza para aceptar que los demás lo critiquen por lo que uno hace. Ya lo vimos, ¡los demás tienen criterios distintos para juzgar lo que es justo!
Analicemos por ejemplo, el siguiente paso en el desarrollo de una microempresa. Cuando la empresa comienza a crecer, el microempresario ve que su idea es buena, que los clientes lo valoran, y que le falta tiempo al día para atender a todos los que podría atender. Viene la pregunta ¿cómo crecer?
Generalmente ello requiere contratar gente y tenemos entonces el microempresario, ya no tan micro, enfrentando el difícil problema de “ser jefe” y administrar personas. Y ello requiere, como en cada nueva etapa, estudiar algo nuevo. ¿Cómo contratar gente? ¿Cuál es la mejor manera de dirigir a mis colaboradores? Lo único que le puedo asegurar es que lo que será muy bueno para unos, no lo será tanto para otros.
Sin embargo, si pudiera elegir una característica que debiera primar sobre el resto, ella es construir la confianza. Cada colaborador debe sentir confianza en que trabajaremos como un equipo para lograr los objetivos que nos hemos propuesto y que hemos difundido, confianza en que ese equipo (y mi jefe) me tratará “con justicia”, confianza en que se pueden cometer errores y aprender de ellos, confianza en que las reprimendas se dirán en privado y las felicitaciones en público, en general ¡“confianza en que mi jefe me tratará como a él le gustaría que lo traten”!
Y en la base de la confianza está la comunicación. Cuidar que los canales de comunicación estén abiertos es un desafío permanente de cada jefatura. En Chile, nuestra cultura nos da pocas herramientas de realimentación, baste recordar si alguna vez Ud. se ha quedado detenido en la pregunta ¿Cómo se lo digo?
Esta comunicación es importante en sentido descendente, pero lo es aún más en sentido ascendente. Un jefe debe escuchar mucho, escuchar y escuchar. Porque de esta forma el jefe podrá conocer el pulso de su negocio, que está pasando con su equipo de trabajo, escuchar sugerencias, recoger ideas de mejoras del negocio, pero también de mejoras de su propia forma de administrar, en definitiva de disminuir el terrible problema de “la soledad del mando”. La complejidad de mantener esta comunicación ascendente reside en varios elementos culturales de los colaboradores, que se reflejan en frases como “El jefe tiene que saber ¿Cómo no se va a haber dado cuenta?”, o “Si le contamos lo va a echar”, o “Para qué si nunca hace caso”.
Nótese que es responsabilidad principal del empresario, y en realidad de cualquier persona que debe dirigir gente, lograr corregir en su área estas malas prácticas y permitir que la información fluya de forma constructiva de modo que cada cual pueda dar lo mejor de sí. Pero las personas en general nos adaptamos rápido a los nuevos estilos. Se ha fijado como cambia un equipo de trabajo, las mismas personas, el mismo entorno, los mismos procesos, sólo con cambiar a un jefe!
Eso quiere decir que si se puede lograr, ¡que sólo depende de uno!
sábado, 14 de octubre de 2006
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4 comentarios:
Mauricio, a mi también me gusta creer que se puede lograr ... aunque también entiendo "que otra cosa es con guitarra".
He visto a emprendedores perseverantes, ofrecer oportunidades de trabajo a personas que en el camino se van desmotivando. ¿Cómo hacer para que tanto empleado como empleador ponga de su parte?.
A veces el empleador hace esfuerzos e invierte dinero para ofrecer lugares de trabajo agradables para sus empleados y alguno de ellos, una vez esta práctica se hace habitual actúa como si ésto debiera ser una obligación.
Creo también que las dificultades se pueden presentar en ambas grupos: de los empleados y de los empleadores, pareciera ser que todos tenemos qué aprender ¿qué sería lo que tenemos que aprender?
Carmen Gloria
Gracias por tu comentario Carmen Gloria!
Coïncido plenamente contigo que hay todo tipo de casos, y en particular también el caso del empleado que cree que lo ya obtenido es una obligación. Por ejemplo, escuché (en pleno siglo 21) a un dirigente que decía "Si un trabajador entró a esta Compañía, tiene derecho a jubilar en ella."
Esto tiene que ver con el mal del siglo, a nivel mundial, cual es que cada uno de nosotros está más preocupado de sus derechos que de sus deberes. Somos muy buenos para exigir que nos cumplan lo prometido, y bastante permisivos para aceptar nuestras propias excusas.
Pienso que lo que hay que aprender es a comunicarnos directamente, sin ambajes, sin adornos, cuidando de no herir al otro, pero sin por eso dejar de ser muy claro. Lo sé, por Dios que es difícil hacerlo! Pero creo que si un empleador (y aquí la principal responsabilidad recae sobre él) practica eso en forma continua, tendrá mejores oportunidades que el colaborador lo acepte lo entienda cuando sea realmente necesario.
Aún así, es posible que el colaborador, como buen ser humano, quiera igual ir en busca de más; entonces el empleador, que en este ejemplo ya hizo honestamente su máximo esfuerzo, deberá dejarlo partir.
Mauricio
Que bueno Mauricio contar con experiencia através de tu blog
Voy a intentar relatar un hecho ocurrido hace muy poco a una amiga empresaria.
Ella ha intentado por todos los medios ofrecer a las personas que trabajan para su empresa buenas condiciones económicas y permanencia en un grato ambiente de trabajo.
Ella es Diseñadora y su empresa se dedica a la comercialización en 3 puntos de venta.
Hace pocos días ha vivido un momento muy difícil al comprobar que una de las empleadas con casi 2 años de contrato estaba robando. Esta persona al inicio de su contratación y por un buen tiempo demostró tener facilidad para vender a toda costa. Sin embargo le costaba mucho trabajar en equipo y reconocer la importancia de ofrecer el servicio de calidad que promueve la empresa, donde a la post venta se otorga gran importancia.
Bueno, desmotivada por el no reconocimiento de su particular forma de vender, su desempeño comenzó a flaquear. Lo que se tradujo en una baja en las ventas, además del no cumplimiento de metas por varios meses.
La empresaria con su equipo de apoyo más cercano comenzaron a poner mayor atención y así fue como se descubrió que permanentemente hacía ciertos "arreglines" para alterar las cajas diarias, hasta que se fue comprobando su modo de operar.
Por recomendación de los abogados la persona fue informada de su situación y se ofreció la posibilidad de renuncia, con la rebaja correspondiente de la cantidad de dinero robada. Cuando se vió desenmascarada lo negó todo, hasta el final. Firmó la renuncia y luego no ha dejado de llamar a casi todas las empleadas para decir que con ella cometieron una injusticia.
Lo que ha creado un ambiente laboral inseguro y de desagrado.
Mi pregunta es:
¿la persona que roba en una situación así aprovecha las oportunidades que se presentan delante de ella o siempre tuvo el mal hábito, el que primero disfraza mostrándose como un buen empleado para ganar confianza?
¿Qué hace que ella no reconozca su acción?
Carmen Gloria
Muy bueno el ejemplo Carmen Gloria, y creeme que para poder contestar con certeza las preguntas habría que ser un y él sicólogo de la trabajadora en cuestión. El que no reconozca su acción tiene que ver con su historia de vida, con sus valores, con su aprendizaje incluso desde muy chica.
Conoces sin duda, el viejo dicho por algo lo habrán inventado) que dice "la ocasión hace al ladrón".
Y además, es sabido que, en general, la moral y la ética están más laxas que hace 200 años atrás, cuando la palabra era importante. Aún así, no puedo saber si la señora traía el hábito desde antes o no, pero es seguro que los buenos controles ayudan a evitar la tentación en su origen, así como los castigos cuya misión también es ejemplificar.
Otra acción que ayuda a prevenir es pedir referencias (al menos unas tres) y llamarlas para chequear lo que nos parezca importante para el trabajo. De nuevo ahí hay un problema, pues muchos tendemos a "ayudar" al amigo dando buenas referencias de él. El entrevistador debe aprender a escuchar los "silencios" o las "demoras" en responder (que significa que la otra persona podría estar construyendo una respuesta).
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